Otoño en Nueva York
La ventisca golpea mi esqueleto
ruido sordo, paredes
divididas
los venados miran
impávidos
el fin de mis placeres.
En este subsuelo helado
se cuecen inútiles
propuestas
el frío resbala sin rendirse
en la infecunda
maquinaria de la calefacción
Me pierdo en un hervidero
de alarmas
Walt Whitman llama
desde el Hudson
muero en el alisado
ventanal
el ventarrón sacude mis
pulmones
y juego a ser otra:
desde los ojos de
habitantes sin ojos
desde los míos que lloran
sin querer
de frío, de sudor
helado
… el otoño se deshoja en
el patio
La ciudad acaricia mis entrañas
cuatro hombres reparten
sus cartas
sus ases de corazones
seducen a sucias reinas
de diamante.
Intento olvidar que me
olvidaron
que prefieren su azar,
sus cigarros
a mi figura ardiente,
mi avidez
hombres necios y vacíos
Mañana el viento
abandonará mi cuerpo
viento de artificio que
me parte los labios
y repta por tuberías
oscuras
por las veredas de una ciudad
que nunca duerme.
Respiro su aire azul,
síntesis de la física de Einstein
vocerío frente a la
torre del poder
sucesión de muerte por
el mundo
vida lóbrega de gente
en estampida
entre sima, hamburguesa
y ficción
Cuatro pájaros agitan
mi noche.
Antes de que engullan
mis ojos
apago la luz