lunes, 15 de abril de 2024

 


Otoño en Nueva York

 

La ventisca golpea mi esqueleto

ruido sordo, paredes divididas

los venados miran impávidos

el fin de mis placeres.

En este subsuelo helado

se cuecen inútiles propuestas

el frío resbala sin rendirse

en la infecunda maquinaria de la calefacción

 

Me pierdo en un hervidero de alarmas

Walt Whitman llama desde el Hudson

muero en el alisado ventanal

el ventarrón sacude mis pulmones

y juego a ser otra:

desde los ojos de habitantes sin ojos

desde los míos que lloran sin querer

de frío, de sudor helado

… el otoño se deshoja en el patio

 

La ciudad acaricia mis entrañas

cuatro hombres reparten sus cartas

sus ases de corazones

seducen a sucias reinas de diamante.

Intento olvidar que me olvidaron

que prefieren su azar, sus cigarros

a mi figura ardiente, mi avidez

hombres necios y vacíos

 

Mañana el viento abandonará mi cuerpo

viento de artificio que me parte los labios

y repta por tuberías oscuras

por las veredas de una ciudad que nunca duerme.

Respiro su aire azul, síntesis de la física de Einstein

vocerío frente a la torre del poder

sucesión de muerte por el mundo

vida lóbrega de gente en estampida

entre sima, hamburguesa y ficción

 

Cuatro pájaros agitan mi noche.

Antes de que engullan mis ojos

apago la luz